Una de las definiciones de salud está relacionada con el desarrollo de la capacidad de encontrar equilibrio correcto para cada situación concreta vital. En la tradición oriental el concepto del Tao ayuda a visualizar este equilibrio como el balance entre las polaridades que coexisten en todo: el Yin y el Yang, lo frío y lo caliente, lo seco y lo húmedo, lo claro y lo oscuro, lo femenino y lo masculino, etc. Se puede observar en el famoso símbolo que las polaridades se integran y a la vez se contienen la una a la otra, como referencia de si mismas:
Tomando esta última polaridad como referencia, el ser humano, necesita tener equilibrados los aspectos femenino y masculino para estar en salud. En una cultura en transición (como yo la veo) no pienso que el rescate de lo femenino o de lo masculino tenga que ver con adoptar características externas: ternura, receptividad, pasividad versus rudeza, reactividad y acción. Como mi enfoque es claramente hacia la salud humana no voy a entrar en planteamientos polémicos del comportamiento histórico del hombre y la mujer, de la sociedad androcéntrica y un sinnúmero de matices que resaltan los valores masculinos que si bien es importante verlos, trabajarlos y balancearlos, no son el objetivo de este breve artículo. Hablaré de lo femenino y masculino contenido como energía tanto en el hombre como en la mujer.
“Hay un vacío que sienten en estos tiempos hombres y mujeres que sospechan que su naturaleza femenina, como Perséfone, se ha ido al infierno. Donde quiera que exista tal vacío, tal brecha o ágape de dolor, la curación debe buscarse en la sangre de la misma herida” (Nor Hall). El vacío descrito es de insatisfacción a pesar de éxitos logrados o la falta de ellos, sensación de esterilidad, de traición, culpa, rabia, falta de conexión con la vida, con la pareja, con los propios hijos. Es un “a pesar de todo lo que tengo, algo falta”. Ese “me hace falta algo” muchas veces es, “me falta mamá”.
En esa carrera de la vida, llena de estrés, ansiedades por “llegar” , búsquedas insaciables, hay muchas emociones enmascaradas, frustraciones, rabia, tristeza y muchas veces el que las tiene no se da cuenta, no las identifica. Estas emociones a su vez pueden estar acompañadas o traer más adelante dolencias físicas, enfermedades, estancamientos y daños orgánicos concretos. Gran parte de ellas están relacionadas con la desvinculación, el desarraigo, con el vacío.Partiendo de lo importante que es el balance de las polaridades en todo ser humano para estar saludable, tanto el hombre como la mujer deben rescatar su esencia femenina y su esencia masculina. Por el momento centrémonos y resaltemos la femenina a partir de la cual podemos rescatar la otra. La femenina va primero pues es nuestra primera referencia, es nuestro primer contacto, es nuestro primer vínculo que se inicia cuando sentimos el latido de mamá.
Nos separamos de mamá al cortar el cordón y allí se da la primera herida, la primera separación que si es traumática, si no se lleva de inmediato al bebé a los brazos de mamá por alguna situación de esta o del propio bebé ( urgencias médicas en el momento, enfermedades, muerte, etc) se crea la desvinculación que repercutirá en los demás vínculos de la vida. Ahí empiezan muchas de las dificultades en el manejo de las relaciones con los demás seres humanos, la pareja, los hijos, los colegas, los jefes, subalternos, el dinero, la autoridad, la salud, el cuerpo etc. Muchos desbalances entre el dar y el recibir en nuestras relaciones que a la larga o a la corta crean quiebres, rupturas, vienen de allí en gran medida.El tema de la separación de la madre es tan complejo que en la mayor parte de la literatura sobre mujeres y en los cuentos de hadas, la madre está ausente o muerta o aparece como una malvada. Más bien existen dos polos del arquetipo de la madre: la Gran Madre, que como la naturaleza encarna el alimento, el apoyo, la protección sin límites, y la Madre Terrible, que representa la asfixia, el estancamiento, el control y la muerte. Estos modelos tienen que ver con los contenidos psíquicos en la infancia y las situaciones vividas.
Más allá de esas percepciones y de como sean interiorizadas, la única realidad es que de ella venimos, que ella fue nuestro primer sustento, nuestro primer cobijo, protección y que en la profundidad y la oscuridad de su concavidad y redondez nos dio la posibilidad de llegar a este viaje al que llamamos vida. Que haya pasado lo que haya pasado en su propia historia de desarraigo, de desconexión, de su contexto histórico, de sus carencias, la verdad es que nos tuvo e hizo lo mejor que pudo. Todos salimos de una mujer, una heroína, una madre, la mejor.
Y la mujer, poética y analógicamente asociada con la GranMadre Naturaleza, con La Madre Tierra, Gaia, Pachamama y tantas otras formas de nombrarla, nos da el primer sustento y es nuestra gran protectora y cuidadora. Nos alimenta, guía, ama. Ambas representan la fertilidad, el arraigo, la cuna, el contenedor. Por eso esta energía nos permite centrarnos, conectar nuestros aspectos internos y a partir del enraizamiento, de la capacidad de anclarnos, nos establecemos y estabilizamos con confianza, seguridad y aplomo.
La madre nos muestra como una gran artista su obra de amor y lealtad. Tiene un útero que es como un gran atanor transformador. Desde esa caverna tibia y húmeda , da forma, esculpe con esmero su hermosa obra de arte. Está ahí al servicio completo de ese ser que viene. Su amor es tan grande que incluso algunas veces ha sido capaz de dar su vida para que su obra perdure. Con profundo respeto recuerdo y honro a mi bisabuela Antonia y a mi abuela Eulalia, ambas partieron por amor.
Como el primer vínculo lo establecemos con mamá, ella es nuestro referente para vincularnos con papá, con lo espiritual y con todo lo demás. Ella es quien nos da el permiso de seguir creando otros vícunlos. Por eso, sanando el vínculo con mamá se está más disponible para otros.
Sanar el vínculo con la madre y conectarnos con ella va más allá de cuidarla, comprarle regalos, visitarla, de llevarnos bien con ella y de expresarle cariño. Aunque todo eso está muy bien, es mucho más. Es una conexión que se establece desde el corazón, de alma a alma. Es la capacidad de verla como es, sin querer cambiarla, de hacernos pequeños ante ella, reconocer su historia tal y como fue, reconocer el linaje detrás de ella, reconocer su fuerza y su grandeza sin juicios. Y con humildad, agradecerle la vida. Esté viva o muerta, esa revinculación nos hace más fuertes, ella nos da su fuerza de vida para que nosotros la pasemos adelante, nos conectamos con la vida nosotros y ayudamos a otras generaciones.
Honra a todas las mujeres de tu vida, de tu historia, a esa larga cadena donde hubo de todo y di “Sí“Abraza tu naturaleza femenina. Emprende ese viaje interior cuyo punto de llegada es un ser más integrado, equilibrado y completo.
Tomando esta última polaridad como referencia, el ser humano, necesita tener equilibrados los aspectos femenino y masculino para estar en salud. En una cultura en transición (como yo la veo) no pienso que el rescate de lo femenino o de lo masculino tenga que ver con adoptar características externas: ternura, receptividad, pasividad versus rudeza, reactividad y acción. Como mi enfoque es claramente hacia la salud humana no voy a entrar en planteamientos polémicos del comportamiento histórico del hombre y la mujer, de la sociedad androcéntrica y un sinnúmero de matices que resaltan los valores masculinos que si bien es importante verlos, trabajarlos y balancearlos, no son el objetivo de este breve artículo. Hablaré de lo femenino y masculino contenido como energía tanto en el hombre como en la mujer.
“Hay un vacío que sienten en estos tiempos hombres y mujeres que sospechan que su naturaleza femenina, como Perséfone, se ha ido al infierno. Donde quiera que exista tal vacío, tal brecha o ágape de dolor, la curación debe buscarse en la sangre de la misma herida” (Nor Hall). El vacío descrito es de insatisfacción a pesar de éxitos logrados o la falta de ellos, sensación de esterilidad, de traición, culpa, rabia, falta de conexión con la vida, con la pareja, con los propios hijos. Es un “a pesar de todo lo que tengo, algo falta”. Ese “me hace falta algo” muchas veces es, “me falta mamá”.
En esa carrera de la vida, llena de estrés, ansiedades por “llegar” , búsquedas insaciables, hay muchas emociones enmascaradas, frustraciones, rabia, tristeza y muchas veces el que las tiene no se da cuenta, no las identifica. Estas emociones a su vez pueden estar acompañadas o traer más adelante dolencias físicas, enfermedades, estancamientos y daños orgánicos concretos. Gran parte de ellas están relacionadas con la desvinculación, el desarraigo, con el vacío.Partiendo de lo importante que es el balance de las polaridades en todo ser humano para estar saludable, tanto el hombre como la mujer deben rescatar su esencia femenina y su esencia masculina. Por el momento centrémonos y resaltemos la femenina a partir de la cual podemos rescatar la otra. La femenina va primero pues es nuestra primera referencia, es nuestro primer contacto, es nuestro primer vínculo que se inicia cuando sentimos el latido de mamá.
Nos separamos de mamá al cortar el cordón y allí se da la primera herida, la primera separación que si es traumática, si no se lleva de inmediato al bebé a los brazos de mamá por alguna situación de esta o del propio bebé ( urgencias médicas en el momento, enfermedades, muerte, etc) se crea la desvinculación que repercutirá en los demás vínculos de la vida. Ahí empiezan muchas de las dificultades en el manejo de las relaciones con los demás seres humanos, la pareja, los hijos, los colegas, los jefes, subalternos, el dinero, la autoridad, la salud, el cuerpo etc. Muchos desbalances entre el dar y el recibir en nuestras relaciones que a la larga o a la corta crean quiebres, rupturas, vienen de allí en gran medida.El tema de la separación de la madre es tan complejo que en la mayor parte de la literatura sobre mujeres y en los cuentos de hadas, la madre está ausente o muerta o aparece como una malvada. Más bien existen dos polos del arquetipo de la madre: la Gran Madre, que como la naturaleza encarna el alimento, el apoyo, la protección sin límites, y la Madre Terrible, que representa la asfixia, el estancamiento, el control y la muerte. Estos modelos tienen que ver con los contenidos psíquicos en la infancia y las situaciones vividas.
Más allá de esas percepciones y de como sean interiorizadas, la única realidad es que de ella venimos, que ella fue nuestro primer sustento, nuestro primer cobijo, protección y que en la profundidad y la oscuridad de su concavidad y redondez nos dio la posibilidad de llegar a este viaje al que llamamos vida. Que haya pasado lo que haya pasado en su propia historia de desarraigo, de desconexión, de su contexto histórico, de sus carencias, la verdad es que nos tuvo e hizo lo mejor que pudo. Todos salimos de una mujer, una heroína, una madre, la mejor.
Y la mujer, poética y analógicamente asociada con la GranMadre Naturaleza, con La Madre Tierra, Gaia, Pachamama y tantas otras formas de nombrarla, nos da el primer sustento y es nuestra gran protectora y cuidadora. Nos alimenta, guía, ama. Ambas representan la fertilidad, el arraigo, la cuna, el contenedor. Por eso esta energía nos permite centrarnos, conectar nuestros aspectos internos y a partir del enraizamiento, de la capacidad de anclarnos, nos establecemos y estabilizamos con confianza, seguridad y aplomo.
La madre nos muestra como una gran artista su obra de amor y lealtad. Tiene un útero que es como un gran atanor transformador. Desde esa caverna tibia y húmeda , da forma, esculpe con esmero su hermosa obra de arte. Está ahí al servicio completo de ese ser que viene. Su amor es tan grande que incluso algunas veces ha sido capaz de dar su vida para que su obra perdure. Con profundo respeto recuerdo y honro a mi bisabuela Antonia y a mi abuela Eulalia, ambas partieron por amor.
Como el primer vínculo lo establecemos con mamá, ella es nuestro referente para vincularnos con papá, con lo espiritual y con todo lo demás. Ella es quien nos da el permiso de seguir creando otros vícunlos. Por eso, sanando el vínculo con mamá se está más disponible para otros.
Sanar el vínculo con la madre y conectarnos con ella va más allá de cuidarla, comprarle regalos, visitarla, de llevarnos bien con ella y de expresarle cariño. Aunque todo eso está muy bien, es mucho más. Es una conexión que se establece desde el corazón, de alma a alma. Es la capacidad de verla como es, sin querer cambiarla, de hacernos pequeños ante ella, reconocer su historia tal y como fue, reconocer el linaje detrás de ella, reconocer su fuerza y su grandeza sin juicios. Y con humildad, agradecerle la vida. Esté viva o muerta, esa revinculación nos hace más fuertes, ella nos da su fuerza de vida para que nosotros la pasemos adelante, nos conectamos con la vida nosotros y ayudamos a otras generaciones.
Honra a todas las mujeres de tu vida, de tu historia, a esa larga cadena donde hubo de todo y di “Sí“Abraza tu naturaleza femenina. Emprende ese viaje interior cuyo punto de llegada es un ser más integrado, equilibrado y completo.
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