“Los cuentos son una medicina”. Así de rotunda se expresa Clarissa Pinkola Estés, psicoanalista norteamericana de la escuela jungiana, refiriéndose naturalmente, a los cuentos de tradición oral. Esta escuela a través del concepto de arquetipo, ha desarrollado una potente intuición inicial de Freud, según la cual es posible establecer relaciones entre el mito, el sueño y la historia de la civilización; también entre el inconsciente colectivo y el individual. El reto de los cuentos medicinales estriba en saber interpretar cada cuento como si fuera un sueño persistente de la humanidad en su conjunto.
La lectura de cuentos nos ayuda a autodescubrirnos y encontrar nuestro lugar en el mundo.
Desde tiempos inmemoriales, los relatos se han utilizado para el desarrollo emotivo de las personas, pues contienen claves poderosas que nos ayudan a ver la vida desde ángulos insospechados. Podemos ser el rey o la reina, la heroína o el héroe, el hada o el mago según el conflicto que nos toque resolver en cada lugar y momento.
“Princesas, brujas, ogros, gigantes, reyes y héroes son arquetipos ocultos de nosotros mismos. Bajo su apariencia infantil, los cuentos transmiten, a quienes tienen oídos para oír, ojos para ver y corazón para sentir, una experiencia transformadora a la que ha recurrido el ser humano en todos los tiempos para aprender a conocerse mejor, para encontrar el lugar que le corresponde en el mundo y para evolucionar en los planos superiores de conciencia”.
Así lo asegura el psicoterapeuta francés Jean Pascal Debailleul, especialista en el poder de autodescubrimiento y transformación de las fábulas tradicionales, y coautor de Vivir la magia de los cuentos. Debailleul, en conjunto con el investigador de mitos y leyendas Edouard Brasey, proponen El gato con botas, clásico de Charles Perrault, para “reanimar la fuerza del espíritu”. Este relato es apto para leer en el caso de que experimentemos cierta torpeza, dificultad para ver claros nuestros anhelos o un impedimento para realizar cosas en la vida; también cuando necesitemos reanimar nuestra inteligencia e imaginación, a fin de despertar el placer de vivir y la alegría de contar con los demás.
También recomiendan Los músicos de Bremen para “encontrar el sentido de la vida”, en el caso de que sintamos que nuestra existencia es absurda y nos preguntemos para qué estamos en este mundo. Piel de asno o El espíritu de la botella son indicados para la práctica de la imaginación activa, y El sastrecillo valiente, de los hermanos Grimm, para aprender a sacar partido de las adversidades, entre otros.Caperucita Roja por su parte, debe recorrer el bosque (que es la vida) donde encuentra al lobo (los múltiples peligros y acechanzas) para visitar a su abuelita (la sabiduría de los ancestros). Es devorada, junto a su posibilidad de sabiduría, por el lobo, por la vida. Sin embargo algo late en ella, al igual que en aquella Sofía de los gnósticos asediada por la oscuridad, y por ello recibe ayuda encarnada en el cazador (la fuerza Superior) que la salva a ella y a la abuelita.
Los cuentos son episódicos. No tienen un auténtico final. Igual que ocurre en nuestra vida real, vivimos en una historia interminable.
En la vida real se nos da una oportunidad y luego otra y otra. Al final, damos con la manera de recuperar el manto mágico, adivinamos cómo hacer para ponernos la capa de invisibilidad y hallamos por el camino de nuestra propia vida.
La lectura de cuentos nos ayuda a autodescubrirnos y encontrar nuestro lugar en el mundo.
Desde tiempos inmemoriales, los relatos se han utilizado para el desarrollo emotivo de las personas, pues contienen claves poderosas que nos ayudan a ver la vida desde ángulos insospechados. Podemos ser el rey o la reina, la heroína o el héroe, el hada o el mago según el conflicto que nos toque resolver en cada lugar y momento.
“Princesas, brujas, ogros, gigantes, reyes y héroes son arquetipos ocultos de nosotros mismos. Bajo su apariencia infantil, los cuentos transmiten, a quienes tienen oídos para oír, ojos para ver y corazón para sentir, una experiencia transformadora a la que ha recurrido el ser humano en todos los tiempos para aprender a conocerse mejor, para encontrar el lugar que le corresponde en el mundo y para evolucionar en los planos superiores de conciencia”.
Así lo asegura el psicoterapeuta francés Jean Pascal Debailleul, especialista en el poder de autodescubrimiento y transformación de las fábulas tradicionales, y coautor de Vivir la magia de los cuentos. Debailleul, en conjunto con el investigador de mitos y leyendas Edouard Brasey, proponen El gato con botas, clásico de Charles Perrault, para “reanimar la fuerza del espíritu”. Este relato es apto para leer en el caso de que experimentemos cierta torpeza, dificultad para ver claros nuestros anhelos o un impedimento para realizar cosas en la vida; también cuando necesitemos reanimar nuestra inteligencia e imaginación, a fin de despertar el placer de vivir y la alegría de contar con los demás.
También recomiendan Los músicos de Bremen para “encontrar el sentido de la vida”, en el caso de que sintamos que nuestra existencia es absurda y nos preguntemos para qué estamos en este mundo. Piel de asno o El espíritu de la botella son indicados para la práctica de la imaginación activa, y El sastrecillo valiente, de los hermanos Grimm, para aprender a sacar partido de las adversidades, entre otros.Caperucita Roja por su parte, debe recorrer el bosque (que es la vida) donde encuentra al lobo (los múltiples peligros y acechanzas) para visitar a su abuelita (la sabiduría de los ancestros). Es devorada, junto a su posibilidad de sabiduría, por el lobo, por la vida. Sin embargo algo late en ella, al igual que en aquella Sofía de los gnósticos asediada por la oscuridad, y por ello recibe ayuda encarnada en el cazador (la fuerza Superior) que la salva a ella y a la abuelita.
Los cuentos son episódicos. No tienen un auténtico final. Igual que ocurre en nuestra vida real, vivimos en una historia interminable.
En la vida real se nos da una oportunidad y luego otra y otra. Al final, damos con la manera de recuperar el manto mágico, adivinamos cómo hacer para ponernos la capa de invisibilidad y hallamos por el camino de nuestra propia vida.
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