Dulzura en los ojos de la mujer madura que siente vivir en el corazón sus sueños,que anda su camino con amor hacia sí misma y hacia los demás seres,que vuelve su mirada hacia el interior,que se siente preparada para entrar en los misterios de Más Allá.
La madurez no tiene edad. Una mujer de veinte años puede tener sabiduría vital y una de ochenta poca. Cuando hablamos de mujer madura lo hacemos en el sentido de la mujer conectada a la fuente de su fuerza y su sabiduría.
Mayoritariamente, estos cambios se producen en las décadas de los cuarenta y cincuenta años de la vida, pudiendo alcanzar los cambios psicológicos hasta los sesenta y cinco años.
Se inicia y concluye el proceso de “retener la sangre” y el poder de esa energía, que ahora queda en el interior, abre a la mujer la oportunidad de experimentarse a sí misma de una manera profunda y renovada. Y desde esa renovación, la mujer va adquiriendo la conciencia de relacionarse y compartir lo aprendido con los demás desde una nueva situación interna enfocada al mantenimiento de la vida sobre la Tierra en paz y armonía.
Son años de grandes cambios internos, de gran aprendizaje. No siempre las sociedades han valorado o apoyado a la mujer en este periodo. Pero toda mujer, en algún momento del proceso, oye su voz interior y sabe que andando esa etapa de su camino con entusiasmo y dignidad, se RENOVARÁ de forma muy bella una vez más.
Toda la vida es un camino hacia el interior de nosotras mismas donde mora el AMOR del Gran Padre-Madre.
PLEGARIA DE UNA MUJER SABIA
Tú sabes mejor que yo, que estoy envejeciendo y un día seré vieja. No permitas que me haga charlatana y adquiera el hábito de creer que tengo que decir algo sobre cualquier tema, en cada ocasión. Libérame de las ansias de querer arreglar la vida de los demás. Que sea pensativa pero no taciturna, solícita pero no mandona.
Con el vasto acopio de sabiduría que poseo, parece una lástima no usarla, pero mantén mi mente libre de la recitación de infinitos detalles. Dame las alas para ir derecho al grano. Sella mis labios para que no hablen de mis achaques y dolores. Ellos van en aumento con el pasar de los años, como también mi gusto por recitarlos.
Pido la gracia de poder escuchar con paciencia el relato de los males ajenos. Enséñame la gloriosa lección de que a veces, es posible que esté equivocada. Mantén en mí una razonable dulzura. No quiero ser santa, pero tampoco volverme una vieja amargada.
¡Ayúdame a extraer de la vida toda la diversión posible. Nos rodean tantas cosas divertidas, que no quiero perderme ninguna!
Que asi sea.
Hola Christian, quisiera saber quien escribio este hermosa plegaria. Saludos y bendiciones.
ResponderEliminarMe encanto cuanta sabiduria.